sábado

La costurera

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Y se desveló pensando para qué estaban allí, ocupando lugar en su memoria. Recordaba todos aquellos trocitos de hilo que había juntado a lo largo de los años, tanto coser trapos heridos por el uso.
Eran rojos, verdes, blancos, amarillos y negros. Quedaban muy bien en su recuerdo, como una trenza de arco iris. En cada pupila había un desfile de harapos multicolor. Grandes obras del desconsuelo.
Y de pronto, también se preguntó para qué estarían allí las miles de formas de botones que acumulaba. Todos unidos por el mismo hilo, como un tendal, esperando a sus ojales perdidos.
Y ya no quiso levantarse. Contó cada uno de los resortes de su cama con los ojos abiertos. Miró sus brazos hinchados por el paso de los años, y enumeró su vida con los objetos del costurero:
los tiempos elásticos donde sentía que tocaba el cielo; el día que recortó sus sueños; los retazos de las canciones olvidadas; el nudo de su corazón fruncido; la puntada con la que se cosió al mundo; el dedal en el que quedó impregnada.
Y ya no durmió más, buscando el molde para cambiar su destino. Condenada a remendar su alma.




(acompaña, Costurera Desnuda, Paul Gauguin)

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